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A. M. Bazterrica, y un cadáver exquisito difícil de digerir

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Por Redacción Flor azul

 

Una vez me preguntaron qué era una ficción. Esa pregunta tan sencilla pero rutilante al mismo tiempo, suscitó en mí una cantidad de inquietudes de verdad alarmantes. ¿Qué es exactamente una ficción? ¿Es una falsificación? ¿Es una distorsión? O más, ¿es un anhelo?

Kafka dijo en alguna parte que al creer apasionadamente en algo que no existe, lo creamos, y que así, lo inexistente es todo lo que no hemos deseado lo suficiente.

De esta manera, podemos decir que existen autores que procesan la realidad a través de la ficción, y es así que no la conciben como un método de generar y enseñar verdades, sino más bien como una búsqueda hacia la comprensión, como forma de entender, es decir, de cuestionar su presente.

Sostengo ello al leer Cadáver exquisito, de la escritora argentina María Agustina Bazterrica. La novela (viene sinopsis sin spoiler) transcurre en un mundo que podríamos llamar distópico, donde por alguna razón que no develaré aquí la humanidad deja de consumir carne animal y el nuevo orden mundial se ve distorsionado (¿degenerado?) hacia granjas de cultivo en donde los seres humanos son criados, engordados y seleccionados para su comercialización y consumo. De buenas a primeras la novela es impactante. Y este shock se mantiene increíblemente durante sus 256 páginas.  

No me interesa caer en esta oportunidad en una descripción de la prosa, del punto crítico, climax, el giro imprevisto, y toda esa cosa insoportablemente somnífera con que nos acostumbra la academia. El libro no se lo merece.

 

Lo que sí se merece es comprenderlo como un libro insurrecto. Ganador del premio Clarín 2017, alguno dirá, qué tendrá de insurrecto un libro que gana el premio de una de las Corporaciones más poderosas de la Argentina.

Bien…pero ¿acaso la buena literatura no se atreve a incursionar en aguas turbulentas, y se las arregla para no ser atrapada por la enorme red de normalización? Se filtra, digamos, hábilmente. Y este es un caso característico, donde la autora nos propone, desde el título mismo de la obra, un juego de imágenes, de palabras, de armado colectivo, donde germina la idea de lectura que debe completarse en el diálogo con el lector a quien se le entrega la posta para seguir hilando segundas, terceras o cuántas interpretaciones les sean posibles. El lector, entonces, en este cadáver exquisito, tendrá la oportunidad de armar una propia lectura a través de ésta historia que funciona como comienzo, como arista, y en donde de un momento a otro, inevitablemente, se verá enredado, envuelto en preguntas que, sea o no capaz de responder, lo movilizarán.

La novela cuestiona un orden, pone en crisis lo que se considera normal. Trabaja conceptos profundos y caros a lo social, como la idea del Otro, el poder de los medios, la brutalidad de la condición humana, el consumo irreflexivo, la empatía, el deseo, y otras pasiones maleables.

Destaco este libro por su insurrección.

Marx decía que la insurrección es un arte. Un axioma de significados diversos. La insurrección es la versión oculta, subversiva, al fin, sofocada, pero que antes de ahogarse pudo resquebrajar lo establecido, dar esa bocanada de aire sublevado y salir a flote. El lenguaje, ontológicamente, conviene a la insurrección: si bien puede ser la herramienta del poder, también es la herramienta de la crítica. Puede darnos placer, o provocarnos una sistemática disrupción ante lo que se nos presenta como normal. La norma, entonces, se trasgrede; el lenguaje llega a ese límite imaginario, lo traspasa y lo vuelve oscuro, anormal. Su discurso ya no se encuentra en la esfera de lo común, de lo cómodo y explícito. Transitas los caminos del arte y se mezcla en la fábula, no por imaginaria menos verosímil.

Y esto es justamente lo que sucede con Cadáver exquisito: nos golpea desde todas direcciones, movilizando el sentido común. Nos interpela y nos encontramos pensando una realidad –no sabemos bien cuál– cuestionando entonces aquello que se presenta como único y natural, incuestionable.

Si la literatura del XIX y del XX tiene un piso fuerte en el suceso capital francés, de revoluciones y desapegos, de invenciones y de nuevos órdenes, la del XXI comienza, debe comenzar, deconstruyendo, haciendo cuestionar ahora a sus lectores el por qué de sus aceptaciones

éticas y estéticas que, a fuerza de costumbre, naturaliza, proyecta y canoniza.

Por cierto, nunca tuve una respuesta unívoca acerca de qué es la ficción, pero sospecho que la buena ficción está consagrada a estos menesteres. Y en esta novela voraz e inquietante, Bazterrica, creo, lo logra. Así que ya sabés; si estás buscando algo “desestabilizador”, que te sacuda y te maraville, tenés que leerla.

Cadáver exquisito, de María Agustina Bazterrica; la recomiendo.

LFA

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La Flor Azul

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