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"El asesino se arrepiente" - Alberto Ramponelli (2013)

Cuento y análisis

El asesino se arrepiente

 

Cierto pasaje de Hegel dice: “...la vida ultrajada aparece como un poder hostil contra el culpable y lo persigue de igual modo que éste había perseguido a aquélla: así el castigo como destino es la reacción idéntica a la del acto del propio ofensor, de un poder que él mismo ha armado, de un enemigo convertido en enemigo por él mismo”.

 

Claro, él no había leído este pasaje de Hegel, o si lo había leído no lo tuvo en cuenta cuando, dejándose llevar por la ira, mató a Juan delante de testigos. A partir de ese momento tuvo que escapar y esconderse. Sabía que la ley lo buscaba, tomó precauciones. No se quedaba demasiado tiempo en ningún sitio, prefería trabajos nocturnos para reducir su exposición pública, cortó todo lazo con su familia. Se volvió receloso, solitario. Sintió que podía acostumbrarse a esta vida, en definitiva pautada por ciertos requisitos, como cualquier otra.

 

No pudo acostumbrarse, sin embargo, a un hecho imprevisto: la presencia de Juan. Una presencia que fue agrandándose día tras día. Acechante, amenazador, Juan estaba en todas las cosas. En caras y miradas, en las sombras de su pieza, en los espejos, en la sirena que atravesando la noche llegaba hasta su insomnio. También fueron Juan los policías que finalmente lo apresaron, los jueces que dictaminaron su condena, incluso esa página del código penal en que los jueces basaron su dictamen. Fueron Juan los carceleros, los demás reclusos con quienes compartía el cautiverio, las horas del reloj, los días en el calendario, la soledad, las sombras, ahora, de su celda.

 

Entonces el hombre deseó desconsoladamente un imposible: que las cosas hubieran ocurrido a la inversa, que el muerto fuera él y no el otro, para así perseguir a Juan, con la forma imbatible de un fantasma, hasta el fin de los días.

"El asesino se arrepiente", pergeñado por el escritor argentino Alberto Ramponelli, y publicado en el libro Esperando a los tártaros (2013), es un relato circular, pero cuyo núcleo no se encuentra en los personajes sino en sus acciones. Cómo éstas determinan los desenlaces que a la vez serán las pulsiones que habilitan otras tramas posibles, otras formas en donde "lo real" se desentiende de lo lógico, o donde lo lógico, de tan normal, se transforma y deviene fantasía.

 

El cuento narra la peripecia de un hombre luego de cometer un crimen y cómo éste determina la degradación de su realidad y la instauración de un mundo en donde lo fantasmático toma fuerza, hasta apoderarse de lo real. El victimario de hoy se convierte en presa del mañana. El muerto lo perseguirá con las formas de un fantasma, formas que el criminal no contempló a la hora del asesinato. Y se arrepiente: pero no de su crimen, sino de no haber descubierto a tiempo la fisura que su decisión infligía a la realidad.  

 

Entonces matar a Juan no es el delito que lo carcome y del que se arrepiente: será el descubrimiento metafísico que adquiere aquello que lo hace comprender que ha errado. Es decir, el atajo fantástico que evita, se convierte, finalmente, en lo lógico. ¿Cómo no pudo verlo? La imagen de Juan se presenta como una venganza, lo persigue, lo amenaza, lo oprime, lo desespera. No hay lugar en donde pueda ocultarse de él, porque Juan ataca desde un No lugar. Su recuerdo arremete constantemente; su íntimo fantasma lo persigue día y noche. Por ello el asesino carece de identidad, es nadie. Se desintegra desde el principio, se desvanece porque Juan se hace fuerte: su esencia le es arrebatada por la víctima, que ahora es victimario. 

En El desierto de los tártaros (1940), Dino Buzzati narrará la historia del teniente Drogo, quien es destinado a habitar una frontera en espera de algún ataque por parte de los tártaros que le depare la gloria. El ataque no llega nunca a darse, y así Drogo desperdicia su vida, esperando. Algo de esto se traduce al libro que referencia aquella historia: Esperando a los tártaros. Porque si en el desierto de Buzatti se muestra una "frontera muerta", Alberto Ramponelli propone con este relato ya no una franja de vació existencial, sino una frontera diferente, que no se cierne a la línea imaginaria que separa un lugar de otro, sino que ahora es un lugar de tránsito, de traspaso, un lugar de intercambio entre lo que es y lo que podría ser. 

LFA

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